Proceso
el arte de hacer ginjinha
De buen árbol, buen fruto.
No hay duda. Para obtener el mejor néctar hay que poner las manos en la mejor fruta.
Por eso hacemos toda la recolección, selección y remoción del pedúnculo de nuestras guindas a la mano.
Y como los suelos de nuestro huerto coinciden con el temperamento de nuestros árboles, que crecen de modo casi salvaje, la calidad de nuestra fruta está garantizada por la naturaleza.
El ritual, sin cambios.
Tras las alegrías de la cosecha, nuestras guindas van a macerar.
El ritual es el mismo de siempre: añadimos alcohol y agua a la fruta y no volvemos a tocarla durante un año entero.
Al final de este primer periodo, se retiran las guindas — destinadas a otros usos — y el néctar resultante va a envejecer en barricas de roble.
Los últimos retoques.
Unos meses más tarde, las características que confieren a nuestra Ginjinha su inconfundible sabor ya están presentes.
Tras la clarificación, que con orgullo continuamos realizando siguiendo métodos tradicionales, añadimos el azúcar necesario para equilibrar los tonos del licor.
A la botella.
Una vez que perfeccionada la bebida, hay que embotellarla en dos variedades: una sólo con el líquido y otra con algunas de las guindas que se utilizaban originalmente en la maceración.
Nos dicen que una es buena y la otra mejor. Pero unos dicen una, otros la otra. Es buena señal.